lunes, 10 de febrero de 2014

y entonces me hice poeta

Probé a enamorarme para escribir poemas. Horas enamorándome y pensando en mi vecina rubia, horas mirando descaradamente a las chicas en la biblioteca, horas escribiendo poemas, horas yéndome de tiendas para comprar camisas negras, zapatos negros, cinturones de piel, calcetines de hilo, horas mirándome al espejo y peinándome hacia atrás, horas escribiendo poemas a la muerte, poemas al amor, poemas al paisaje, poemas a la noche, horas encendiendo velas de Ikea en el salón para dar ambiente y demás mariconadas. 

Horas leyendo a los clásicos. 

La poesía era de los clásicos. Si no rimaba no era poesía, si no eran sonetos no era poesía, si no estaban muertos no era poesía, si no había que leer un poema 3 o 4 veces para entenderlo no era poesía. 


Oscurecer el poema, meterle símbolos, cosas que no son para que sean cosas que son, decir lo otro para decir esto. Lo que viene siendo darle vueltas al mundo y ponerlo del revés para que suene mejor. Escribir dos o tres palabras sin que ninguna sea del todo. 

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