martes, 29 de octubre de 2013

y luego vendrán los pelos en los huevos



Cuando tienes entre uno y cinco años tienes que aprender a vestirte, tienes que aprender a ponerte de pie, tienes que aprender a atarte los cordones, tienes que aprender a no caerte pero te caes cuando corres por la calle al salir del colegio Nuestra Señora de la Merced y te raspas las rodillas y te haces sangre y lloras pero hacerse sangre y llorar es lo más normal del mundo cuando corres por la calle y tienes entre uno y cinco años y tener costras también y moretones y dientes que se rompen de un cabezazo y lo más normal del mundo también es partirse la muñeca o el brazo o la pierna, todos mis amigos se han partido algo y han llevado escayola alguna vez, Jorge Manzano, Domingo, El Dumbo y Roberto Anaya han llevado escayola y en clase les pintábamos la escayola y las chicas escribían palabras de ánimo y recupérate pronto y eres genial y corazones y florecitas. Partirse algo era una experiencia que había que tener para ser hombre, como ir a la mili o tener hijos o beber Shandy Cruzcampo por primera vez. 

lunes, 28 de octubre de 2013

¿IKEAGOYOAQUÍ?




Si las paredes de mi casa fueran lisas y si mis ventanas estuvieran limpias y si no hubiera desconchones ni humedades y si mi casa no fuera un piso en Parla sino un loft de puta madre en medio del campo o a las afueras de un pueblo o en un pueblo pequeño cerca de una ciudad o en una ciudad si la ciudad fuera Madrid y si el sol brillara en el jardín y si el jardín fuera un jardín con árboles y no un poco de tierra seca y si el sol calentara lo justo que es entre 19 y 25ºC y si el gato al sol descansara sobre el mueble de la tele y maullara feliz y se lamiera bien las patas porque lamerse bien las patas sería lo único importante y arañar un poco las esquinas del sofá y si no se oyera la aspiradora del vecino de arriba porque ya no habría vecinos a menos de 20 metros de distancia viviendo en otros lofts de puta madre en otras casas felices y bien decoradas y si las puertas de mi casa fueran blancas y si los pomos fueran de acero y no dorados y si el techo midiera 4 metros y de un lado a otro de la casa hubiera más de 30 pasos y si todo fuera completamente blanco y el suelo de madera y si la cocina estuviera por hacer y no hubiera nada en el salón ni el dormitorio y si solo hubiera un dormitorio y un baño sencillo con azulejos también blancos como los de un colegio público y si el resto fuera luz espacio y luz y un suelo limpio

entonces
solo entonces

podría ir a Ikea


martes, 15 de octubre de 2013

MI VIDA POR FUERA 2



Por la tarde pinto de negro una pared de mi dormitorio con Titán Pizarras, que es una pintura especial para poder escribir con tiza. Pinto con un rodillo especial bastante caro. Como soy un poco cagaprisas y lo quiero todo ya y se me olvidó comprar brocha para las esquinas, empapo una esponja de baño en la pintura y pinto las esquinas con la esponja. Me pringo todos los dedos, la pintura se me introduce entre las uñas y me da un poco de asco. Esta es una pintura que seca muy rápido y es resistente, voy rápidamente al baño y me lavo con agua y jabón pero no sale. No tengo aguarrás, ni alcohol, pruebo a quitarme los restos con limpiacristales, pero nada. Pruebo con Fairy, el milagro antigrasa, pero nada. Pruebo con Don Limpio. Tampoco sale. Esta pintura tiene Hidrocarburos C9 aromáticos, Nafta (petróleo) hidrogenado pesado, 2-butanona-oxima y Bis(2-etilhexanoato) de cobalto. Desconozco lo que ocurre con esto al entrar en contacto con la piel, pero desde luego seguro que no es nada bueno. Por suerte mi padre vino de visita hace algunas semanas y se dejó un bote casi entero de agua de colonia Heno de Pravia, así que me empapo bien las manos y con la esperanza de que funcione mejor de lo que huele restriego con fuerza, la pintura empieza a salir un poco, pero es imposible quitarla bien. Tengo ya la piel de las manos al rojo vivo. Decido ir al súper de al lado a por alcohol y aguarrás, pero sólo tienen alcohol. Una vez en casa lleno un cuenco con alcohol y meto las manos y froto con ganas. Con esto quedan mejor, algunas gotitas de pintura se disuelven pero el contorno de las uñas sigue negro, parecen las manos de mi cuñado que es mecánico y tiene grasa incrustada entre las uñas desde que le conozco. Después del alcohol, me vuelvo a lavar con jabón para quitarme del todo el pestazo a agua de colonia que aun perdura. Cuando termino, tengo que dejar abierta la puerta del baño para que se ventile porque este olor a Heno de Pravia no se puede aguantar. Hoy tengo que dar la segunda capa (y comprar tizas).

lunes, 14 de octubre de 2013

MI VIDA POR FUERA 1

PONERLE UNA MARCA A MI ESTILO DE VIDA y hacer ropa y perfumes y complementos y diseñar la cocina y los muebles  y diseñar mi vida por fuera y diseñar mi vida por dentro. 


 Mi vida por fuera tiene un gato. Una gata que se llama Sola y tiene la cama donde duermo como su lugar favorito para dormir también. Es una gata gris atigrada, de ojos verdes y bigotes que apuntan hacia delante cuando tiene ganas de marcha. Tener ganas de marcha es tener ganas de jugar. Mi gata está capada. No le corto las uñas porque me da pena maquillar a un animal, el animal debe ser salvaje aunque viva en casa y se baje de la encimera cuando se lo ordenas. Sube de un salto a la encimera para olisquear, al principio se lo tenía prohibido, pero ahora me da igual, hay que dejar al gato subirse donde quiera, el gato solo es feliz subiéndose a los sitios. A veces la sorprendo en el fregadero, bebiendo del agua sucia de los platos sucios, pero Sola, le digo en voz alta y con un poco de guasa, pero Sola, si tienes agua limpia en tu cacharro, anda baja, y Sola baja rápido porque sabe que no me gusta que beba agua sucia de los platos sucios. Ya he dicho que le gusta dormir conmigo. Cuando llega la hora de irse a la cama, que es más o menos sobre las 12 y yo estoy escribiendo en el salón sin hacer caso de la hora ni de Sola, ella se sienta en el suelo a mi lado y maulla, vamos, dice, miau, dice, es la hora de acostarse, maulla. Yo al principio alucino un poco, no puede ser, qué gata más lista, acerco la mano y la acaricio, qué pasa Sola, ¿quieres ir a dormir ya? Sola se restriega la cara con mi mano, con mis pies, yo a veces sigo escribiendo, pero otras veces apago las luces y me acuesto. Sola salta sobre el edredón y empieza a ronronear y a moverse de una punta a otra de la cama rozándose conmigo, con mis piernas, mis pies, mis manos, acerca su hocico a mi nariz y olfatea, sigue ronroneando y de vez en cuando maulla, miau, es un maullido corto, en plan aquí estoy yo, o qué bien estoy aquí, o esta es nuestra cama y me mola dormir contigo, amigo mío, hermano mío. A veces se tumba sobre mi pecho o mi barriga, pero como está ronroneando y mueve las garras como si estuviera dando un masaje, me clava las uñas en la barriga y eso duele, así que suelo sujetarle un poco las garras con una mano para que no me haga daño hasta que deja de ronronear y se queda dormida, o se levanta de un salto a beber agua. Dormimos juntos toda la noche. Por mucho que me mueva en la cama, ella sigue ahí cuando me despierto y le doy los buenos días, ella saluda con los ojos entornados, con sueño, yo madrugo y ella sigue durmiendo en la cama cuando me voy a trabajar. Sola es una gata lista y juguetona. Cuando vuelvo del trabajo está justo detrás de la puerta, me da la bienvenida y corre a afilarse las uñas en el arañador de esparto que le compró mi padre. Mi padre quiere a mi gata como a un hijo, o como a un nieto. Siempre que viene a casa a verme a mí o a ver a la gata, me dice, mira, mira lo que hace, mira lo que hace, y yo, ya lo sé papá, la he criado yo, sé lo que hace, no seas pesado con la gata. Y mi padre, pero ven, mira, si es solo por gusto, mira. Mi padre cuidó de mi gata durante un año y medio mientras yo viajaba por el mundo. Cuando volví a ver a Sola, la vi mucho más guapa, pero más mimada y caprichosa. Mi padre malcrió a la gata igual que malcrió a los nietos. Los abuelos no tienen la culpa. Esto es así siempre. Ayer oía a la vecina de enfrente discutir con su madre por lo mismo. La vecina de enfrente es rubia y yo de pequeño estaba enamorado de ella. Ahora tiene un hijo. Ella tiene un hijo y yo sigo enamorado. Rubia y de piel muy blanca y ojos verdes. Pero yo no quiero hijos. Ya tengo dos sobrinos y tengo a la gata. Sola me da la bienvenida cuando vengo del trabajo, yo me vacío los bolsillos mientras hablo con ella y la silbo, me quito la chaqueta, me descalzo, entonces la cojo en mis brazos como a un bebé y canto una canción que me invento sobre la marcha mientras la mezo, hola Sola hola Sola ay ay ay Solita qué pasa ay qué guapa eres. Luego la dejo en el suelo y nos tumbamos los dos y jugamos un rato, ella se estira para que la acaricie, y ronronea. A los cinco minutos, ya no me acuerdo de nada del trabajo, me encuentro a mí mismo riendo y jugando y los problemas dejan de ser importantes frente a este ser vivo que te recuerda dónde estás y cual es tu camino. Un gato que te habla, un gato que te escucha, un gato que te araña jugando y que te quiere. Un gato que te hace un poco más feliz solo por el hecho de estar ahí, tirado al sol, por el hecho de mirarte y tocarte con la pata para jugar y morderte las revistas y los libros y las facturas y arañar los muebles y soltar pelo. Un gato. Una gata. Sola. Alguien a quien quieres cada día que pasa un poco más.

¿CÓMO QUIERES SER POR DENTRO?


Por dentro quiero ser rojo y rosa como una herida sana que cicatriza bien, que las paredes de mis arterias sean fuertes y limpias, que la sangre fluya con intensidad y el oxígeno circule y se reparta equitativamente, que llegue lejos, hasta las uñas, hasta las puntas abiertas de mi pelo, que mi digestión no sea pesada, que mi mierda caiga suavemente y sin oler, que mi pis sea amarillo claro, dulce, cálido, que mi piel sea resistente y sin arrugas, sin picores, sin ronchas, que mis células sepan todas lo que tienen que hacer, a dónde ir, cómo multiplicarse y cuándo y por qué. Sin confusiones. Sin tumores. No quiero virus, no quiero más bacterias de las estrictamente necesarias para sobrevivir, quiero que los riñones filtren sin cansarse, no quiero piedras, ni cristales, quiero que el hígado y el páncreas funcionen y brillen como un motor nuevo, que el corazón haga lo suyo entre 60 y 120 veces por minuto, quiero que los pulmones respiren profundamente, que me relajen, que me oxigenen y me limpien y me ayuden a meditar 20 minutos cada noche, quiero que mis testículos cuelguen lo justo cuando haga frío, que mi pene aguante el tirón, sin hongos, sin condilomas, que mis huesos y mis articulaciones crujan de gusto, que pueda arquear la espalda hasta tocarme la punta de los dedos de los pies, seguir saltando papeleras, bancos, vallas, subiéndome a los árboles, a los tejados, quiero que mis músculos sean tan duros y estilizados como los de un monje Shaolín. Quiero tener los ganglios bien, la garganta bien, las amígdalas bien, los nervios bien, las conexiones neuronales engrasadas, las glándulas dispuestas. Quiero mis niveles de serotonina siempre a tope. Quiero que el organismo que soy cumpla su función de dentro a fuera, que no se venga abajo por un poco de sangre al toser por las mañanas, o un escozor al orinar. No quiero tomar pastillas, no quiero ponerme cremas ni pomadas ni aceites puros esenciales de melaleuca alternifolia. Quiero tener toda la suerte del mundo y aguantar sin morir por muchos años.

viernes, 11 de octubre de 2013

¿CUÁLES HAN SIDO LAS INFLUENCIAS MÁS IMPORTANTES Y LOS MOMENTOS CLAVES DE TU VIDA?



Momentos claves... conocer a Sonia, que fue el primer amor... o tal vez sea la primera vez que besé con lengua y toqué un coño cuando tenía 6 años. Fue con mi vecina Carmen, que era un poco gordita y olía a algo dulce, como a chicle de fresa. Con 6 años me enseñó casi todo lo que sé. Ella veía películas guarras y luego me decía haz esto y haz lo otro, mete la mano por dentro, besémonos con lengua, yo hacía lo que me decía, seguía las instrucciones, metía la mano dentro, escupía el chicle, sacaba la lengua y la movía. Me gustaba mucho mi vecina, pero si un niño decía que éramos novios, me liaba a puñetazos y decía que no, aunque en realidad era que sí, yo deseaba que fuera mi novia, y casarme pronto y tener hijos y 2 perros, y un ordenador siempre encendido en la mesita de noche, y máquinas recreativas en el salón, me imaginaba mi casa como un salón recreativo y se lo decía a Francisco Coronado, tendría máquinas recreativas, y seguiría jugando con mis coches, y guardaría mis cromos y se los enseñaría a mis hijos, pero me preocupaba la luz, la factura de la luz, y que saltaran los plomos, con tanto aparato eléctrico encendido podrían saltar los plomos enseguida, habría que buscar una solución, ¿por qué nadie se preocupaba por eso? 

Un día mi madre entró en mi habitación y me sorprendió besándome con la vecina, abrió la puerta sin llamar, o tal vez la puerta estaba abierta y ella estaba en la cocina haciendo algo, pelando algo, esmotando, friendo, sazonando, vino y entró de pronto y nos sorprendió, menudo susto, aunque quien se sorprendió de verdad fue ella, la pobre, católica, apostólica y romana, ver a su hijito de 6 años metiéndole la lengua a una niña un poco gorda y tocándole las bragas. No sé si se santiguó pero vino corriendo a sentarse con nosotros y explicarnos que lo que hacíamos estaba mal, que nos podíamos pegar enfermedades y el niño Jesús nos vigilaba desde el cielo y se enfadaba. 

A mí lo de las enfermedades a esa edad no me importaba, yo estaba sano y corría más que los coches, pero el niño Jesús me infundía respeto, era el hijo de Dios, y yo rezaba a Dios todas las noches y le pedía que me dejara vivir muchos años hasta morir de viejo. 

Morir de viejo, en eso pensaba yo con 6 años. 

En eso, y en las bragas de mi vecina Carmen.

jueves, 10 de octubre de 2013

cosas que me gustan, cosas que no me gustan, cosas que me dan igual

Primero escribo todas las cosas que hago durante la semana y el tiempo que me lleva hacerlas y las divido en categorías: trabajo, salud, vida social, etc. Hago una gráfica. La analizo. En ella se ve que la mayor parte del tiempo semanal lo dedico a la categoría TRABAJO.

Luego cojo esas mismas cosas y las divido en tres categorías diferentes: me gusta hacerlas, no me gusta hacerlas, me da igual hacerlas. Sumo las horas aproximadas y tengo como resultado la siguiente gráfica:




Después de observarla unos segundos saco conclusiones contrarias a lo que esperaba. En principio, antes de hacer esto, pensaba que dedicaba casi toda la semana a hacer cosas que no me gustan, ya que trabajo bastantes horas, pero resulta que el problema no está ahí, el problema es que paso demasiado tiempo haciendo cosas que me la sudan, ni me gustan ni no me gustan, ni fu ni fa.  


Entonces la clave para llevar una vida plena no está tanto en dejar de hacer las cosas que no me gustan, como en empezar a disfrutar con esas pequeñas acciones cotidianas que realizo sin pena ni gloria: fregar los platos, vestirme, hacer la compra, escribir wasaps... lo que realmente conforma nuestra vida son todas esas chorradas que nos mueven las manos y los pies, ese tiempo perdido con la cabeza en las nubes mientras abrimos el cajón de los calcetines.

Pasamos demasiado tiempo con la cabeza en otra parte, no nos damos cuenta de que estamos caminando por la calle y que hace fresquito, no nos paramos a disfrutar de esa sensación, poder notar la temperatura, percibir la luz, el olor a gasolina de los coches, oír ladridos y sirenas, es lo que nos ocurre porque estamos vivos, es lo que nos ocurre la mayor parte del tiempo que estamos vivos. Hace poco leí que el sentido de la vida solo depende de nosotros. La vida tiene el sentido que uno quiera darle. ¿Para ti lo tiene y es esto? Bien. ¿Para ti no lo tiene? Bien. Cuando la palmes, tanto si tenía sentido como si no, ya dará igual, has pasado 20, 40 u 80 años caminando de un lado a otro, sacando tickets, comprando lotería y mandando wasaps. 

A veces habrás sido consciente. 
A veces no. 


qué no harías nunca, dónde te gustaría vivir, a qué tienes fobia



Leo una revista de esas en las que los famosos enseñan sus casas y responden pequeños cuestionarios: dónde te gustaría vivir, qué es para ti la felicidad, si tienes diez minutos libres... 

Tenista, decorador, presentadora, empresario, piloto de Fórmula 1, actor, emprendedora, tío mayor con bodegas. A todos les preguntan lo mismo, todos quieren vivir en París, menos el tío mayor que es de Sant Sarduní d'Anoia y de ahí no se mueve. París, París, París es una mierda de ciudad, está sobrevalorada, igual que Barcelona. Todo hijo de vecino quiere vivir en París, todo español cosmopolita quiere irse a Barcelona a hacer fotos y escribir libros. París no es más especial que cualquier otra ciudad, es demasiado grande, demasiado fría, y los franceses tampoco es que sean el alma de la fiesta. 

Luego viene otra pregunta: qué no harías nunca. El tenista dice que mentir, el actor que traicionarse a si mismo y a sus ideas, la emprendedora que robar, el tío mayor que dejar a su mujer, otro que hacer daño, otro que lo mismo, otro que hacer trampas... yo aquí me meo directamente. ¿Qué no haría yo nunca? yo haría de todo y en cualquier momento, a ver, yo ya he robado, he mentido, he hecho daño, he hecho trampas, me he traicionado mil veces, he dejado, he sido un cabrón. Lo tengo todo. Por eso, cuando veo gente tan entera, tan recta, tan convencida de lo que no, de lo que nunca, jamás, así me ahorquen, me hace sentir bastante bien. Me asumo ya tal y como soy, procuro ir por el buen camino pero no me escandalizo si meto la pata hasta el fondo. Lo he hecho, lo hago, y lo seguiré haciendo hasta que me muera. Como dijo un pianista en una peli cuando le gritaron que no podía volverse atrás, que ya era tarde: yo siempre vuelvo atrás. 

Y tampoco pasa nada.

Y luego lo de las fobias, ¿a qué tienes fobia? aquí coinciden casi todos: tienen fobia a lo que no pueden controlar. Vale, qué triste, qué pena, qué vida más jodida. Vivimos rodeados de cosas incontrolables, de hecho, en realidad no controlamos una mierda, vamos en coche y nos la podemos pegar de mil formas diferentes, te tumbas en la cama y te puede dar un infarto, la casa está llena de polvo, la lavadora puede romperse, tu psicólogo se va de vacaciones justo cuando más lo necesitas. No controlamos nada, hay que aceptar que estamos aquí como un milagro, como una luz que sale de las manos, porque eso que no queremos ni nombrar le pasa siempre a otros, giramos la cara, decimos qué frío hace, pedimos nuestro café en el bar de siempre y sentimos que controlamos, que somos grandes, que nuestra casa, bendita sea, es un fiel reflejo de nuestra personalidad.

Y uno de mis sueños es ser campeón del mundo de la Fórmula 1.
Y reformar la casa. 
Eso, y reformar la casa.

lunes, 7 de octubre de 2013

La regla de los 21 días

















Llevo un año y medio leyendo libros de autoayuda. He leído El monje que vendió su Ferrari, Lecciones cotidianas del monje que vendió su Ferrari, El cambio, El arte de lo posible, Flow, La inutilidad del sufrimiento, Piense y hágase rico, Tu poder sin límites, El arte de no amargarse la vida, El poder del ahora, El elemento, Encuentra tu elemento, Busca tu elemento. También he leído libros de Coaching, como Coaching para el éxito, Coaching para el creativo que hay dentro de ti, Coaching: el método para mejorar el rendimiento de las personas, Autocoaching... El caso es que una vez leídos dos o tres libros de estos, los has leído todos. Todos dicen lo mismo de una u otra forma, las cosas están claras, si crees que puedes, puedes, si crees que no puedes, tienes razón. Una de las afirmaciones de estos libros que más me intrigó fue la norma de los 21 días. Consiste en que si haces algo durante 21 días seguidos, termina convirtiéndose en un hábito. Pues eso es mentira. Durante el 2012 estuve levantándome a las 6 de la mañana durante más de un mes. Me levantaba para escribir antes de ir a trabajar. Lo cierto es que escribir tan temprano era maravilloso, algo espiritual. Preparas tu café, abres el balcón, observas la noche, la ciudad que no ha empezado a vivir, y tú estás ahí, consciente, despierto, tomando un café y preparando la mente para escribir antes de trabajar. Escribir como lo más importante del día, lo primero, e irte luego al trabajo, ya escrito, ya cumplido. Pues después de más de un mes haciendo esto, no se convirtió en un hábito. Era agosto de 2012. La novia que tenía por aquel entonces se quejaba, ella quería que durmiéramos juntos, que nos levantáramos tarde y que folláramos más. Pero yo quería cumplir con mi objetivo: madrugar, escribir, ser todo un hombre. Luego lo acabamos dejando, se fue a Londres a estudiar inglés y levantarse tarde. Yo seguí con mi proyecto, mi hábito, pero ya en noviembre volvía el levantarse tarde, ir arrastrando los pies al trabajo, la cerveza, la bolsa de gusanitos para cenar. Luego, ya en entre enero y febrero de este año, decidí dejar los lácteos de forma radical, todo tipo de lácteos, leche, queso, yogures, incluso la hamburguesa especial que tomaba cada jueves con Mirín en la mejor hamburguesería de Barcelona la pedía sin queso, una especial cheese sin queso por favor. En uno de esos libros decían que la leche era veneno, era mala, que dejar la leche cambiaría algo en mí, como el cuerpo tarda unos cuatro meses aproximadamente en renovarse por dentro y por fuera, había que aguantar un tiempo sin lácteos para notar el cambio. Hazlo y verás decía el libro, y lo hice, y no tomé absolutamente nada, sin excepción, abandoné las pizzas, el queso con pan, el yogur líquido, lloré de pena, esperé, pero nada, mi piel seguía áspera, mi humor bajo, el psicólogo seguía cobrándome lo mismo. Aun hoy más de medio año después, sigo sin beber leche, queso tomo solo si no hay más remedio, pero leche de vaca tal cual, no, nada de nada, bebo leche de avena o de arroz, pero bueno, que no, que ni estoy mejor, ni me siento más sano, ni la vida ha recuperado su sentido. Lo que voy a empezar a hacer ahora es visualizar cómo quiero que sea mi vida. Dónde quiero vivir, a qué quiero dedicar mis días. Por lo pronto dejo esa imagen de un pueblo en las montañas, quiero vivir en un sitio así, trabajar desde casa, tener uno o dos perros y muchos amigos que venga a verme todas las semanas. 

domingo, 6 de octubre de 2013

DAVID FOSTER WALLACE

Leo la biografía de David Foster Wallace y me quedo un poco más tranquilo.
David Foster Wallace no era ningún súper hombre.
Estaba de mierda hasta el cuello. No fue feliz.
Por lo visto, escribía a todas horas, en cuanto tenía un rato libre sacaba del bolsillo una libreta y empezaba a garrapatear cosas.
Se quejaba mucho a sus amigos sobre lo duro que era escribir ficción, lo mucho que le costaba.
Solía tomarse unas vacaciones de la ficción escribiendo no ficción.
A mí me gusta más la no ficción. La leo y la escribo con facilidad.
Él escribió "Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer" y cosas así para revistas.
Si una revista me pagara por ir a un sitio y escribir sobre lo que veo allí, creo que sería feliz.
David Foster Wallace llevaba una bandana en la cabeza no por ser moderno y joven y guay, sino porque sudaba mucho, sudaba a todas horas y no quería que las gotas de sudor le cayeran por la frente.
Era tremendamente inteligente. Demasiado. En principio no he conocido nunca en persona a nadie tan inteligente como él. Me refiero a conocer en plan amistad, en plan saludarse por la calle y preguntarse qué tal y todo eso.
Se alimentaba mal, fumaba y bebía mucho. Durante su juventud jugaba bastante bien al tenis.
No le gustaban las nuevas tecnologías y sus canciones favoritas eran propias de una adolescente con trenzas.
Algunas universidades se daban de hostias para que fuera profesor de escritura creativa en sus departamentos.
Parece que para ser profesor de escritura creativa debes escribir más de mil páginas.
En realidad, pienso que un hombre que no haya escrito más de mil páginas de algo en su vida, no es un hombre de verdad. Mil páginas de lo que sea.
Eso, o talar árboles.

Por cierto. Cuando le preguntaban a Jaime Gil de Biedma que por qué escribía, él contestaba: para haber escrito.

Escribir es un poco una mierda, una putada, pero para haber escrito, hay que escribir. Y yo no me conformo con lo que ya he escrito. Quiero más.