jueves, 31 de enero de 2013

STARBUCKS

Las tazas de porcelana no están hechas para mí, 
no soporto el cuenco de los cereales ni los vasos de cristal, 
necesito beber en vasos blancos de cartón, 
necesito ver mi nombre escrito en cosas pequeñas y frágiles 
como una servilleta de papel o un vaso de Starbucks.

La luz, el olor a café, los sillones con manchas de leche,
el código de 4 cifras que hay que introducir para poder mear, 
las pizarritas donde me ofrecen el café de la semana,
la letra de tiza escrita con cuidado, como una fórmula mágica, no sé,
algo que me recuerda los ejercicios de sintaxis que hacía en el instituto.

Cuando entro en Starbucks y pido un café tengo que decir mi nombre,
que es como decirme a mí mismo y fabricarme de pronto,
quiero un Caffé Latte, un Double shot con hielo, me llamo Edgar.
Nombro el cuerpo que no soy, mi forma de pensar,
nombro lo que ve la gente cuando me rodeo de gente
y camino por Doctor Esquerdo o voy a comprarme una camiseta al Mercado de Fuencarral.

Personalizo mi bebida, 
quiero un Caffé Mocca blanco grande descafeinado con leche de soja muy cremosa sirope de avellana y extra de mocca blanco por encima por favor. 
La chica con delantal verde escribe mi nombre en mi vaso de café,
coge un edding 3000 y escribe: Edgar.
Esa es mi identidad, ahora mi vaso dice quién soy,
lo rodeo con mis manos, está caliente, es suave, blanco, de cartón,
lleva mi nombre escrito y lo dice, soy Edgar,
soy un Caffé Mocca blanco grande descafeinado con leche de soja muy cremosa sirope de avellana y extra de mocca blanco por encima.

Sangre de mi sangre a 82 o C.
Eso es lo que soy.

Salgo a la calle para que la gente pueda verlo.


De mi libro, CONFESIONES DE UN SOLTERO AUTOPOÉTICO.

adelgazar


Tengo un par de zapatillas Nike para jugar al baloncesto, un par de zapatillas que compré en Decathlon para correr, dos pares de zapatillas Adidas para vestir. Tengo un par de zapatos negros y un par de zapatos marrones de Zara sin estrenar desde hace años. Tengo 17 calzoncillos y 20 pares de calcetines. Siempre me pongo los calcetines desparejados, cada pie de un color, cada cosa a su ritmo. Tengo 3 pantalones vaqueros cortos y 5 pantalones vaqueros largos, todos azules, todos de Pepe Jeans. Tengo 42 camisetas de manga corta 100% algodón. Tengo 3 jerseys de lana. Tengo un pantalón gris de algodón para estar en casa, una sudadera gris y una sudadera verde. Tengo 6 camisas que nunca saco del cajón porque no quiero planchar. Tengo 5 jerseys finos de pico de distintos colores y 5 americanas que debería llevar a la tintorería. Tengo una camiseta interior blanca de manga larga y 5 camisetas interiores de manga corta. Tengo 3 abrigos, 5 bufandas, 2 albornoces, 4 toallas grandes y un paraguas. Tengo 3 juegos de ropa de cama con sábanas bajeras, fundas de almohada y fundas de edredón. Tengo 6 corbatas, 4 cinturones, 32 perchas y un balón de baloncesto. 

Comprar libros para el calor y tocarlos, comprar cds que llenen varias estanterías Expedit y dvds para poder hablar de cine y decir que ya la has visto y que la tienes y vamos a mi casa amor y te la presto. Comprar camisetas con mensajes. O la vemos juntos si prefieres. Llenar el piso de cosas que utiliza el cuerpo. Afeitarse bien, lavarse bien. El gato de Schrodinger estaba vivo.

miércoles, 30 de enero de 2013

¿por qué bebo cosas frías?


La felicidad necesita agua y sol. Alcohol también. En un chiringuito con David en Torrevieja fui feliz. En un chiringuito con David y Pichu en Alicante fui feliz. El día de mi Primera Comunión cuando me bañaba por la tarde en la piscina de la urbanización y mis abuelos me preguntaban cual era el día más feliz de mi vida y yo respondía que era este y daba volteretas en el agua fui feliz. El día en que T aceptó salir conmigo y yo la acompañé hasta el portal y nos besamos y volví a casa saltando para tocar las ramas de los árboles fui feliz. El día en que me salté una clase de matemáticas y follé por primera vez con T y luego al volver al instituto me moría de ganas por contárselo a David y se lo conté y me dijo qué cabrón y nos dimos un abrazo fui feliz. Siempre que juego al baloncesto soy feliz. La noche en que David y yo nos bebimos tres botellas de buen vino jugando al Señor de los Anillos en la PlayStation 2 fui feliz. El día en que aprendí a nadar yo solo en una piscina fui feliz, aunque era incapaz de sacar la cabeza para respirar. Cuando por primera vez le toqué una teta a T mientras veíamos una película en el cine fui feliz. Siempre que me baño desnudo en el mar y salto las olas de espaldas soy feliz. Tomando withe russians con Teresa y Sergio en el Arte-Espíritu en Alicante fui feliz. Una tarde con veintitantos años, cuando durmiendo la siesta en mi sofá nuevo, me desperté de repente pensando que tenía que ir a trabajar y caí en la cuenta de que no, de que era sábado, y tenía un día y medio por delante y volví a dormirme mientras miraba el pilotito rojo de la cadena de música y sonreía y decía aaahhhh fui feliz. El día en que me compraron la Super Nintendo fui feliz. 

continuará

lunes, 7 de enero de 2013

El monje que vendió su Ferrari y la Coca Cola Light


Lo más ridículo es pensar ¡oh la belleza! ¡oh la proporción! lo que hay que hacer es estudiar medicina, física, arquitectura y matemáticas, ésa es la clave de la vida, la clave del ser humano con dolores y disfunción eréctil, calcular el número de algo, la distancia de aquí a allí, la ingeniería aeroespacial para visitar a la familia, no podemos, no sabemos, la literatura es una memez que hacemos cuando nos aburrimos mucho, cuando todo va más o menos bien, cuando queremos dejar constancia de que estuvimos aquí y no somos capaces de fabricar coches, construir casas, operar una hemorroide o una hernia inguinal. Incapaces de tener hijos, nos aferramos a la escritura y a la Coca Cola Light.

Bebo Coca Cola Light para escribir por las noches, sé que no debería beber Coca Cola, la Coca Cola produce gases y cáncer de páncreas, pero soy joven, necesito arriesgarme, viajar, tomarme 2 o 3 vasos a partir de las doce de la noche. En general todos los refrescos con burbujas producen gases y cáncer de páncreas, lo que bebemos, lo que comemos, lo que besamos, nuestra esperanza de vida flota pero nuestro cuerpo estalla. Y qué. Ya que no fumo, me inflo a tortitas de maiz Bicentury y quesitos La vaca que ríe para cenar y bebo Coca Cola Light. 

A veces tomo conciencia de mi cuerpo, a veces tomo dexa-tavegil, me observo la piel, intento meditar, hago dieta a base de frutas y ensaladas, bebo solamente agua de mineralización débil, algún café con leche de soja, leo El monje que vendió su Ferrari. 

El monje que vendió su Ferrari es un libro que te da consejos y te dice que hay que cuidar las cosas sencillas y que no golpees la pelota a medio gas. Eso es cierto. Hay que apuntar alto. Hay que ser inmortal. Lo que no es verdad es el título del libro. Nadie que tenga un Ferrari lo vendería para hacerse monje. Cuando has llegado al punto de necesitar comprarte un Ferrari es que hay metástasis, estás perdido para el mundo y las buenas obras, jamás irás a una residencia de ancianitos a ayudar, tocar la guitarra, cantar, dar abrazos. Con un Ferrari en el garaje lo siguiente es el cáncer de páncreas con o sin Coca Cola Light. O un yate.

CURSO PRÁCTICO DE POESÍA

primera etapa: leer
segunda etapa: escribir
tercera etapa: dominar las formas
cuarta etapa: descansar
quinta etapa: mandarlo todo a tomar por culo

Por ahora, eludo el cáncer de páncreas a pesar de la Coca Cola Light, a pesar de las tortitas de maíz y el exceso de azúcar, a pesar de los hidrocarburos y los herbicidas y la basura espacial y el Butil-hidroxi-anisol y el Butil-hidroxi-tolueno del desodorante Sanex y del pisto manchego Carrefour, vivo en medio del brillo seductor de este sistema electromagnético que nos rodea y me dice que todo va bien, no tengo de qué preocuparme, eludo caer abatido de un disparo, permanezco sentadito frente a mi escritorio, a veces en el sofá, a veces en la cama. 

ADORACIÓN AL MÉDICO DE CABECERA


ADORACIÓN AL MÉDICO DE CABECERA


Mi médico es un dios con bata blanca 
fonendoscopio y barba de tres días 
que predice el futuro de mi cuerpo 
con un poco de sangre, orina y heces. 
Como si fuera un brujo desentraña 
las señales que ofrecen mis despojos, 
los niveles de azúcar, las plaquetas. 
Con sus manos traspasa mi organismo, 
el corazón, el hígado, la próstata, 
en busca de algún síntoma evidente. 

No sé quién soy, doctor, ni lo que quiero, 
mi cuerpo es una máquina imperfecta 
me duele aquí, estoy vivo de milagro, 
funciono con pastillas y pomadas, 
estoy lleno de síntomas, de virus, 
de dolores de estómago, de ganas 
de estornudar y de mandarlo todo 
a hacer puñetas. Dígame doctor 
qué es lo que me ocurre, dígame que píldora, 
que poción mágica, que puto ungüento
me tengo que tomar para curarme. 

Yo tengo fe, doctor, creo en la ciencia 
y creo en el perdón de los pecados 
y creo en nuestra industria farmacéutica.