lunes, 23 de diciembre de 2013

lo sabemos

Se acaba el año, o nos dicen que se acaba, la Puerta del Sol lo dice, un hombre que pide en el metro lo dice, por favor, es navidad, el villancico del hilo musical lo dice. ¿Y qué vamos a hacer con esta navidad? En los blogs aparecen los hits del año, en los suplementos culturales los mejores libros, la gente destaca sus momentos importantes, ¿qué ha ocurrido en 2013 que merezca la pena recordar? ¿Qué grandes películas hemos visto? ¿Qué maravillosos amaneceres hemos tenido el placer de contemplar? ¿Hemos ayudado a que alguien sea un poco más feliz? ¿Hemos contribuido con nuestro cuerpo al placer de los demás? ¿A quién hemos invitado a casa? ¿A quién hemos llamado por teléfono para saber cómo le van las cosas? Hemos estrechado manos, hemos abrazado, hemos besado, hemos sonreído, hemos echado la siesta en el sofá, hemos bailado desnudos en el salón, hemos tocado las ramas de algunos árboles, el yeso de algunas paredes, el flujo vaginal de algunas chicas. ¿Podemos mirarnos al espejo y sentirnos orgullosos? ¿Es esta la vida que queremos llevar? ¿Qué vamos a hacer para que 2014 sea mejor? ¿Vamos a hacer algo de verdad? 

Vosotros no lo sé. 

Yo, desde luego, SÍ.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

La erosión día a día que implica vivir y respirar



Ahora que vivo solo soy incapaz de comer sin ver la tele, da igual lo que echen. Necesito la imagen en movimiento, la radiación, cualquier capítulo de los Simpsons me vale. Si invito a alguien a comer enciendo la tele y pido por favor que se calle, por favor, que no oigo nada, shhhhhhh, pásame la Coca Cola, shhhhhhh. 

Me gustaría ser capaz de comer con la tele apagada, como una de esas personas para las que el contacto humano es lo primero, hablando con la gente, contándonos el día, hablando con la boca llena, pero me aburre mucho hablar, contarnos la jugada, repetirnos en palabras el día de hoy, qué tal el curro, qué has hecho esta mañana, si hay que hablar, prefiero que sea para hacer planes de futuro, no lo que he hecho, sino lo que voy a hacer, esta vida que llevo y no soporto pero ya verás ya.

Si hay una tele delante tengo que encenderla, incluso cuando escribo la dejo encendida sin volumen para que me haga compañía y me distraiga, para no pensar demasiado en lo que escribo, si pienso demasiado me salen cosas muy correctas, muy escritas, la distracción de la tele me lleva a la sorpresa de escribir sin pensar y luego, la tele como uno más de la familia, como alguien que te da calor, que te habla sin pedirte nada a cambio, que te hace compañía por la noche cuando tienes miedo y te quedas a dormir en el sofá. 

Miedo de qué, miedo de la muerte y del dolor, miedo de la enfermedad, miedo de no llegar a nada, miedo de no ser fuerte, de no vivir sano como un roble, de que te duela algo, de que se te parta algo, de que algo se rompa, de que algo explote por dentro, la erosión día tras día que implica beber y respirar. 

lunes, 9 de diciembre de 2013

El Mesías


Entre los 20 y los 30 años me he desarrollado por imitación. Mi amigo Malpartida fue un ejemplo. Imitaba su dandismo, ese vestir impecable del señor que escribe y que lee a Larra, del señor que escribe y que lee El País, del señor que escribe y que se acoda en la barra del bar y que habla con la camarera, estás bellísima, cuando le veo le pregunto algo y responde con una historia acerca del dolor, mucho dolor, pasión, agua pasada, estás bellísima, le dice a la camarera que se detiene a su lado, con rizos, con vaqueros, estás bellísima, le dice mientras pone una mano en su cintura. Seguro que ya se la ha follado. Mucho dolor, seguro. Empecé a comprar pantalones de vestir, iba a Zara y le decía al vendedor gay que me recomendara algo bonito, con clase, que me ayudara a combinar la ropa, aunque casi siempre me llevaba lo mismo, algo negro arriba, un jersey, un suéter, una camisa, y para abajo pantalones grises con la raya en medio y zapatos negros, brillantes, lujosos, una provocación. Había que beber mucho y subrayar los libros, si estudiabas Ciencias Políticas molabas más, estabas más actualizado, más en la onda de lo que acaba de pasar, y escribías con más rabia, con boli bic de color negro, hablabas del jabón con olor a coco de los servicios de la Carlos III, desabrochabas sujetadores con suma facilidad. Esa época pasó, pero mientras pasaba, yo iba con mi maletín de piel a todas partes, mis camisas, mi actitud de saber de qué va el tema y eso, el joven que está de vuelta, el joven que folla y que escribe y se emborracha, mucha actitud, mucha bohemia, mucho probar con unas y con otras y con otros, en realidad había que darle a todo, probarlo todo, dilatar bien. Sobre algo hay que escribir ¿no?

PICORES 2 (texto de Rasca mamá escrito con más detalles de no ficción)

PICORES



Llevo una semana de picores infernales, me pica todo, me pican las piernas, los costados, los brazos, el cuello, me pica la planta de los pies. No es agradable. Me observo la piel y no veo ronchas, ni puntitos, sólo me pica, me pica el glúteo izquierdo, me pica aquí y luego allí. Imagino, creo, quiero pensar, que este picor es por estrés, cuando no se sabe lo que es, entonces es estrés, o jazz, depende.

También pienso que a lo mejor es porque tengo la piel demasiado reseca, así que voy a la farmacia y compro una loción hidratante de Eucerin, que refuerza las defensas naturales de la piel. Me la aplico después de la ducha. Además, de vez en cuando, me doy un masaje con aceite puro de rosa mosqueta que dicen que es muy bueno. Para la ducha utilizo Mylderm, un jabón a base de aceite de melaleuca alternifolia que el dermatólogo me recomendó para mis partes íntimas. 

Los picores también pueden tener su origen en algún tipo de alergia, así que tomo Ebastel forte por las noches, pero ¿y si realmente es estrés? El picor me pone nervioso y puede que los nervios me den picor. Los ansiolíticos deberían ser el remedio, así que me meto un lexatín cada mañana junto al antidepresivo de rigor, paroxetina, que llevo tomando desde hace 4 meses. También reduzco mis dosis de café. Vuelvo a dejar los lácteos. 

Después de varios días, el picor no desaparece, pero tampoco va a más, puede que necesite Dexatavegil, que además de antistamínico, tiene corticosteroides, lo cual para los picores suele ser recomendable. Cambio el Ebastel Forte por el Dexatavegil y dejo el lexatín. La loción hidratante no sé si seguir poniéndomela porque me da un poco de asco el tacto graso de las cremas. 

En el trabajo comento lo de los picores con un compañero. Me dice que a su madre le picaba todo el cuerpo porque estaba mal del hígado, que ahora está en tratamiento con pastillas y que ya está mejor. No puedo descartar que lo mío venga del hígado. Hace 4 años, en Alicante, me hice unos análisis de sangre y me salieron altas las transaminasas. Llamé por teléfono a mi padre para preguntarle qué era eso, si era algo malo, pero no supo contestar, me dijo que él siempre las había tenido bien. Dejé el alcohol por unos meses, nada de cervezas al salir de trabajar, nada de rusos blancos con Teresa y Sergio en el Artespíritu. 

La vida life.

A veces me duele el costado izquierdo, es una punzada repentina, podría ser el hígado, aunque lo más probable es que sean gases. En cualquier caso, empiezo a salir a correr todas las mañanas, hay que activar la circulación, llevo meses sin hacer deporte, la sangre tiene que llegar a todas partes, puede que el picor desaparezca con deporte, mi madre tiene varices y le pican las piernas, así que me pongo música animada en el iPhone y corro 20 minutos al día, salvo cuando me da asma, para el asma suelo inhalar Terbasmín y Simbicort, si se me olvida tomarlos no aguanto más de 15 minutos corriendo porque me ahogo, me cuesta respirar, me duele el pecho. 

Para los posibles gases tomo Flatoril. 

Después de 5 días corriendo parece que el picor remite. No sé cual de las cosas que me he tomado o con las que he untado mi cuerpo está haciendo efecto. No sé si alguna ha hecho efecto de verdad. Podría no haber movido el culo del sofá y a lo mejor el picor habría desaparecido sin problemas. 


No lo sé. Siempre me quedará la duda.

domingo, 8 de diciembre de 2013

rasca mamá

Llevo una semana de picores infernales, me pica todo, me pican las piernas, los costados, los brazos, el cuello, me pica la planta de los pies. No es agradable. Me observo y no se ven ronchas, ni puntitos, sólo me pica, me pica el gluteo izquierdo, me pica aquí y luego allí. Imagino, quiero pensar, creo, que es por estrés, cuando no se sabe lo que es, entonces es estrés, o jazz, depende...


Puede que tenga la piel demasiado reseca, así que voy a la farmacia y compro una loción Hidratante de Eucerin, que refuerza las defensas naturales de la piel, además, de vez en cuando, me doy con aceite puro de rosa mosqueta. pero también puede ser algún tipo de alergia, así que me tomo Ebastel forte, por otro lado, si realmente es estrés, los ansiolíticos pueden ser la solución, así que me meto un lexatín al día antes de acostarme, después de varios días, el picor no desaparece, pero tampoco va a más, puede que necesite Dexatavegil, que además de antistamínico, tiene corticosteroides, lo cual para los picores suele ser bueno. Entonces cambio el Ebastel Forte, por el Dexatavegil y dejo el lexatín. La loción no sé si seguir poniéndomela porque me da un poco de asco el tacto graso de las cremas. 

Pasan 4 días.

Parece que el picor va remitiendo. 
No sé cual de las cosas que me he tomado o con las que he untado mi cuerpo está haciendo efecto. 
No sé si alguna ha hecho efecto de verdad. 
Podría no haber hecho nada y a lo mejor el picor habría remitido igual. 

Siempre me quedará la duda.


miércoles, 4 de diciembre de 2013

lo ideal


lo ideal deja de ser ideal en cuanto lo vives una vez, en cuanto lo tienes, en cuanto lo es, cuando ves el programa españoles por el mundo piensas jo, qué vida esta, la de este tío, qué envidia, dónde vive, qué vistas, qué bien se alimenta y cosas así, te presenta a su mujer, a sus hijos, a su mujer que la conoció en un viaje de estudios a las maldivas y allí se quedó, se enamoró y decidió quedarse, trabajar de instructor de buceo y vivir la vida a tope y ser feliz durante horas. Te quiero mucho amor, salgamos en la tele, que el mundo vea lo felices que somos, la suerte que tenemos, que el mundo entienda que es posible ser nosotros con un poco de suerte y exagerando lo bien que estamos y hazme el favor de no sacar los trapos sucios, sonríe, finge que estás bien, no menciones lo de tu hermano. Es fácil fingir que todo te va bien con una buena casa y un buen paisaje por la ventana, fingir que los bolis escriben todos bien, que los pilots se caen al suelo de punta y no pasa nada, que al coche no hay que pasarle la ITV.

¿Cómo sería una cuchara ideal? ¿una cucharilla ideal? ¿y una paja ideal? ¿una corrida ideal? ¿mucha lefa? ¿como un petardazo? ¿una corrida como un petardazo? ¿y un trabajo ideal?

lunes, 25 de noviembre de 2013

sunny side

Me costó aprender a vestirme solo, mi madre me decía lo que había que hacer, me decía levanta los brazos, ponte de pie, me iba vistiendo con el uniforme del colegio, me miraba las orejas para ver si estaban sucias, me ponía colonia, me quería, pero siempre estaba preocupada por algo, pendiente de algo, la compra, la cocina, la limpieza, lavar la ropa, el padre que está a punto de llegar, tenerlo todo en orden, llevarme al médico, al colegio, ir al psiquiatra. 


Mi madre me llevaba al colegio de la mano, entonces no me daba vergüenza darle la mano a mi madre, no pasaba nada por tocarse la piel o mirarse a los ojos y decir mamá, mamá. De camino al colegio pasábamos frente a un colegio público donde los niños iban sin uniforme, yo no entendía eso de ir sin uniforme, todos los niños eran diferentes, cada niño a lo suyo, era una mezcla rara, a mí me gustaba la homogeneidad de mi uniforme gris y azul marino, pertenecer al grupo, jugar en el patio como un equipo, ser miembros de algo. Ver a los demás vestidos igual que yo me daba confianza, éramos hermanos, nadie me quería pegar. Las peleas comenzaron cuando fui a vivir a Parla, cuando empecé a ir al colegio público, peleas, palabrotas, hacerse pajas en clase, vivir en Parla me enseñó a vivir como un salvaje, dejé de ducharme, empecé a salir al campo a tirar piedras. 

sábado, 23 de noviembre de 2013

HOY



Hoy en Plasencia, en la Sala Verdugo a las 20:00 y en La Puerta de Tannhäuser a las 22:30. La vamos a liar parda.




lunes, 18 de noviembre de 2013

sobrevivir

Soy poeta, no sirvo para la novela, estoy intentando escribir la mejor novela del mundo, hay que apuntar alto, la mejor novela que haya escrito el ser humano, pero la mejor novela moderna, la novela que no pueda ser película ni serie de culto, la novela donde lo literario aguante por encima de la historia, donde el autor sea el protagonista, la novela sin trama, la novela sin nudos, la novela donde la única cosa que haya que contar sea la cosa que me ha ido pasando mientras el mundo gira y las constelaciones hacen lo suyo y las constelaciones hacen lo suyo que es girar también y marcarnos el camino y la luna sigue en tránsito por el signo de géminis, mucho cuidado esta semana, escribir la vida desde la realidad de la vida, no desde el filtro de la literatura, no desde el filtro del buen hombre temeroso de ese qué dirán, de ese ayer me lo crucé en el ascensor, escribir las cosas tal cual las cosas son tal cual las siente uno tal cual la mente depravada cuando toca ser esa mente depravada y oh, las manos en la boca, oh, qué dirán, qué van a pensar de nosotros los vecinos, estamos hechos de sexo y compasión y ganas de matar a hostias a ese que fuma junto a nosotros en una terraza mientras nos comemos nuestro menú de medio día.

Puedo sobrevivir, soy listo, puedo encontrar otro trabajo con relativa facilidad.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Patones


Hoy he ido a Patones, un pueblo de pizarra al norte de la Comunidad de Madrid. Se supone que iba a un pueblito de piedra perdido de la mano de dios, con mucho encanto, un pueblo de los de antes, con gente de pueblo y gatos en la calle, con ropa tendida, con abuelas que saludan y barren la entrada de la casa, pero resulta que Patones está lleno de restaurantes y casa rurales, es un pueblo de mentira, de cartón piedra, allí todo está demasiado cuidado, como nuevo, como recién construido en el siglo XII, hay cartelitos que explican su historia, hay un río, una fuente donde antiguamente lavaban la ropa, unos sitios donde aventar la cosecha y separar el grano de la paja, también hay lugares para cagar sin que te vean los vecinos, lo digo porque no podía aguantarme más y busqué un buen sitio para plantar un truño, nadie me vio, fui a lo alto del pueblo, donde hay algunas casa en ruinas que debían pertenecer al poblado más antiguo, y allí cagué y me limpié el culo, pisé un saltamontes sin querer y espanté un par de moscas. Luego, ya más ligero, busqué un lugar con buenas vistas para sentarme y disfrutar, y me senté, me daba el sol en la cara y corría algo de aire, me hice un par de fotos a mí mismo pero salí muy feo, empecé a pensar en el silencio, en la tranquilidad, empecé a pensar que en Parla no hay este silencio, cuando estoy en casa se oyen muchas cosas, ruidos de vecinos, ruidos de la calle, la música que pongo para no oír los otros ruidos. Pensé que el silencio de un pueblo como este debe ser bueno para algo, bueno para la salud, la tensión, los niveles de glucosa, no sé, bueno para respirar profundamente y sentir la vida sin tantas conversaciones ni olor a cigarrillos. Una vida sin teñir, una vida sin depilar. Una vida con plantas medicinales y pan con chorizo. Pero Patones es como un plató de televisión, todo está ahí para hacerle fotos, no tiene vida, sólo gente que viene en coche desde la cuidad para ver ese pueblo tan bonito y tomarse una caña y comer o cenar en uno de los diez o quince restaurantes que hay. Ah, y a hacerse fotos. Busco un pueblo pequeño, pero un pueblo de verdad, un pueblo donde se pueda vivir y se pueda salir a tomar una caña al bar y comprar el pan en la panadería y el pescado en la pescadería y la carne en la carnicería, un pueblo donde haya más vecinos que turistas y si te duele algo te tengas que joder porque el médico del pueblo sólo pasa consulta una vez a la semana y tienes que ser duro y apretar los dientes y buscar a la vecina para que te diga algún remedio natural. Un pueblo de esos en los que te endureces, te sale cayo en el cuerpo, te lavas con agua helada, te haces tú mismo la comida, te curas solo o la palmas. No un pueblo peripuesto para señalar las cosas y admirar las cosas, sino un pueblo sufrido, donde todos se conocen y se ayudan y se critican. Pero un pueblo con una ciudad relativamente cerca, para salir y gritar de vez en cuando. 

lunes, 4 de noviembre de 2013

vida simple


Hoy, antes de ir a IKEA (porque he ido a IKEA a desayunar y a mirar sillones y sofás y mesas y sillas), me he despertado pronto y me he quedado tumbado en la cama mirando por la ventana. A través de la ventana se ven las ramas de un árbol que ya casi no tiene hojas y detrás de las ramas del árbol se ve un bloque de edificios. Hace años no se veían las ramas del árbol, solo el edificio, pero el tiempo pasa, los árboles crecen, la naturaleza hace su trabajo, nosotros terminamos la universidad, el árbol chupa agua y sales minerales, su corteza engorda y se endurece, le salen nuevas ramas, le salen nuevas hojas para absorber la luz del sol, nosotros buscamos trabajo, viajamos, nos casamos, alquilamos bungalows. Miro las ramas del árbol y el edificio que hay detrás mientras estoy tumbado en mi cama e imagino que podría estar en cualquier lugar del mundo. Aunque sé que estoy en Parla, nada me obliga a creer que estoy en Parla, podría estar en una habitación de un bloque de pisos en Berlín, o en Nueva York, o en un pequeño pueblo leonés mirando las ramas de un árbol a través de una ventana en una casa de piedra. No veo otra cosa. Las ramas se mueven con el aire, el cielo es gris, mi gata dice miau de vez en cuando. A las 7 de la mañana me gusta estar despierto sin necesidad de salir corriendo a ningún sitio, solo mirar por la ventana, ver un árbol, estar vivo, oír a la gata que dice miau de vez en cuando.

martes, 29 de octubre de 2013

y luego vendrán los pelos en los huevos



Cuando tienes entre uno y cinco años tienes que aprender a vestirte, tienes que aprender a ponerte de pie, tienes que aprender a atarte los cordones, tienes que aprender a no caerte pero te caes cuando corres por la calle al salir del colegio Nuestra Señora de la Merced y te raspas las rodillas y te haces sangre y lloras pero hacerse sangre y llorar es lo más normal del mundo cuando corres por la calle y tienes entre uno y cinco años y tener costras también y moretones y dientes que se rompen de un cabezazo y lo más normal del mundo también es partirse la muñeca o el brazo o la pierna, todos mis amigos se han partido algo y han llevado escayola alguna vez, Jorge Manzano, Domingo, El Dumbo y Roberto Anaya han llevado escayola y en clase les pintábamos la escayola y las chicas escribían palabras de ánimo y recupérate pronto y eres genial y corazones y florecitas. Partirse algo era una experiencia que había que tener para ser hombre, como ir a la mili o tener hijos o beber Shandy Cruzcampo por primera vez. 

lunes, 28 de octubre de 2013

¿IKEAGOYOAQUÍ?




Si las paredes de mi casa fueran lisas y si mis ventanas estuvieran limpias y si no hubiera desconchones ni humedades y si mi casa no fuera un piso en Parla sino un loft de puta madre en medio del campo o a las afueras de un pueblo o en un pueblo pequeño cerca de una ciudad o en una ciudad si la ciudad fuera Madrid y si el sol brillara en el jardín y si el jardín fuera un jardín con árboles y no un poco de tierra seca y si el sol calentara lo justo que es entre 19 y 25ºC y si el gato al sol descansara sobre el mueble de la tele y maullara feliz y se lamiera bien las patas porque lamerse bien las patas sería lo único importante y arañar un poco las esquinas del sofá y si no se oyera la aspiradora del vecino de arriba porque ya no habría vecinos a menos de 20 metros de distancia viviendo en otros lofts de puta madre en otras casas felices y bien decoradas y si las puertas de mi casa fueran blancas y si los pomos fueran de acero y no dorados y si el techo midiera 4 metros y de un lado a otro de la casa hubiera más de 30 pasos y si todo fuera completamente blanco y el suelo de madera y si la cocina estuviera por hacer y no hubiera nada en el salón ni el dormitorio y si solo hubiera un dormitorio y un baño sencillo con azulejos también blancos como los de un colegio público y si el resto fuera luz espacio y luz y un suelo limpio

entonces
solo entonces

podría ir a Ikea


martes, 15 de octubre de 2013

MI VIDA POR FUERA 2



Por la tarde pinto de negro una pared de mi dormitorio con Titán Pizarras, que es una pintura especial para poder escribir con tiza. Pinto con un rodillo especial bastante caro. Como soy un poco cagaprisas y lo quiero todo ya y se me olvidó comprar brocha para las esquinas, empapo una esponja de baño en la pintura y pinto las esquinas con la esponja. Me pringo todos los dedos, la pintura se me introduce entre las uñas y me da un poco de asco. Esta es una pintura que seca muy rápido y es resistente, voy rápidamente al baño y me lavo con agua y jabón pero no sale. No tengo aguarrás, ni alcohol, pruebo a quitarme los restos con limpiacristales, pero nada. Pruebo con Fairy, el milagro antigrasa, pero nada. Pruebo con Don Limpio. Tampoco sale. Esta pintura tiene Hidrocarburos C9 aromáticos, Nafta (petróleo) hidrogenado pesado, 2-butanona-oxima y Bis(2-etilhexanoato) de cobalto. Desconozco lo que ocurre con esto al entrar en contacto con la piel, pero desde luego seguro que no es nada bueno. Por suerte mi padre vino de visita hace algunas semanas y se dejó un bote casi entero de agua de colonia Heno de Pravia, así que me empapo bien las manos y con la esperanza de que funcione mejor de lo que huele restriego con fuerza, la pintura empieza a salir un poco, pero es imposible quitarla bien. Tengo ya la piel de las manos al rojo vivo. Decido ir al súper de al lado a por alcohol y aguarrás, pero sólo tienen alcohol. Una vez en casa lleno un cuenco con alcohol y meto las manos y froto con ganas. Con esto quedan mejor, algunas gotitas de pintura se disuelven pero el contorno de las uñas sigue negro, parecen las manos de mi cuñado que es mecánico y tiene grasa incrustada entre las uñas desde que le conozco. Después del alcohol, me vuelvo a lavar con jabón para quitarme del todo el pestazo a agua de colonia que aun perdura. Cuando termino, tengo que dejar abierta la puerta del baño para que se ventile porque este olor a Heno de Pravia no se puede aguantar. Hoy tengo que dar la segunda capa (y comprar tizas).

lunes, 14 de octubre de 2013

MI VIDA POR FUERA 1

PONERLE UNA MARCA A MI ESTILO DE VIDA y hacer ropa y perfumes y complementos y diseñar la cocina y los muebles  y diseñar mi vida por fuera y diseñar mi vida por dentro. 


 Mi vida por fuera tiene un gato. Una gata que se llama Sola y tiene la cama donde duermo como su lugar favorito para dormir también. Es una gata gris atigrada, de ojos verdes y bigotes que apuntan hacia delante cuando tiene ganas de marcha. Tener ganas de marcha es tener ganas de jugar. Mi gata está capada. No le corto las uñas porque me da pena maquillar a un animal, el animal debe ser salvaje aunque viva en casa y se baje de la encimera cuando se lo ordenas. Sube de un salto a la encimera para olisquear, al principio se lo tenía prohibido, pero ahora me da igual, hay que dejar al gato subirse donde quiera, el gato solo es feliz subiéndose a los sitios. A veces la sorprendo en el fregadero, bebiendo del agua sucia de los platos sucios, pero Sola, le digo en voz alta y con un poco de guasa, pero Sola, si tienes agua limpia en tu cacharro, anda baja, y Sola baja rápido porque sabe que no me gusta que beba agua sucia de los platos sucios. Ya he dicho que le gusta dormir conmigo. Cuando llega la hora de irse a la cama, que es más o menos sobre las 12 y yo estoy escribiendo en el salón sin hacer caso de la hora ni de Sola, ella se sienta en el suelo a mi lado y maulla, vamos, dice, miau, dice, es la hora de acostarse, maulla. Yo al principio alucino un poco, no puede ser, qué gata más lista, acerco la mano y la acaricio, qué pasa Sola, ¿quieres ir a dormir ya? Sola se restriega la cara con mi mano, con mis pies, yo a veces sigo escribiendo, pero otras veces apago las luces y me acuesto. Sola salta sobre el edredón y empieza a ronronear y a moverse de una punta a otra de la cama rozándose conmigo, con mis piernas, mis pies, mis manos, acerca su hocico a mi nariz y olfatea, sigue ronroneando y de vez en cuando maulla, miau, es un maullido corto, en plan aquí estoy yo, o qué bien estoy aquí, o esta es nuestra cama y me mola dormir contigo, amigo mío, hermano mío. A veces se tumba sobre mi pecho o mi barriga, pero como está ronroneando y mueve las garras como si estuviera dando un masaje, me clava las uñas en la barriga y eso duele, así que suelo sujetarle un poco las garras con una mano para que no me haga daño hasta que deja de ronronear y se queda dormida, o se levanta de un salto a beber agua. Dormimos juntos toda la noche. Por mucho que me mueva en la cama, ella sigue ahí cuando me despierto y le doy los buenos días, ella saluda con los ojos entornados, con sueño, yo madrugo y ella sigue durmiendo en la cama cuando me voy a trabajar. Sola es una gata lista y juguetona. Cuando vuelvo del trabajo está justo detrás de la puerta, me da la bienvenida y corre a afilarse las uñas en el arañador de esparto que le compró mi padre. Mi padre quiere a mi gata como a un hijo, o como a un nieto. Siempre que viene a casa a verme a mí o a ver a la gata, me dice, mira, mira lo que hace, mira lo que hace, y yo, ya lo sé papá, la he criado yo, sé lo que hace, no seas pesado con la gata. Y mi padre, pero ven, mira, si es solo por gusto, mira. Mi padre cuidó de mi gata durante un año y medio mientras yo viajaba por el mundo. Cuando volví a ver a Sola, la vi mucho más guapa, pero más mimada y caprichosa. Mi padre malcrió a la gata igual que malcrió a los nietos. Los abuelos no tienen la culpa. Esto es así siempre. Ayer oía a la vecina de enfrente discutir con su madre por lo mismo. La vecina de enfrente es rubia y yo de pequeño estaba enamorado de ella. Ahora tiene un hijo. Ella tiene un hijo y yo sigo enamorado. Rubia y de piel muy blanca y ojos verdes. Pero yo no quiero hijos. Ya tengo dos sobrinos y tengo a la gata. Sola me da la bienvenida cuando vengo del trabajo, yo me vacío los bolsillos mientras hablo con ella y la silbo, me quito la chaqueta, me descalzo, entonces la cojo en mis brazos como a un bebé y canto una canción que me invento sobre la marcha mientras la mezo, hola Sola hola Sola ay ay ay Solita qué pasa ay qué guapa eres. Luego la dejo en el suelo y nos tumbamos los dos y jugamos un rato, ella se estira para que la acaricie, y ronronea. A los cinco minutos, ya no me acuerdo de nada del trabajo, me encuentro a mí mismo riendo y jugando y los problemas dejan de ser importantes frente a este ser vivo que te recuerda dónde estás y cual es tu camino. Un gato que te habla, un gato que te escucha, un gato que te araña jugando y que te quiere. Un gato que te hace un poco más feliz solo por el hecho de estar ahí, tirado al sol, por el hecho de mirarte y tocarte con la pata para jugar y morderte las revistas y los libros y las facturas y arañar los muebles y soltar pelo. Un gato. Una gata. Sola. Alguien a quien quieres cada día que pasa un poco más.

¿CÓMO QUIERES SER POR DENTRO?


Por dentro quiero ser rojo y rosa como una herida sana que cicatriza bien, que las paredes de mis arterias sean fuertes y limpias, que la sangre fluya con intensidad y el oxígeno circule y se reparta equitativamente, que llegue lejos, hasta las uñas, hasta las puntas abiertas de mi pelo, que mi digestión no sea pesada, que mi mierda caiga suavemente y sin oler, que mi pis sea amarillo claro, dulce, cálido, que mi piel sea resistente y sin arrugas, sin picores, sin ronchas, que mis células sepan todas lo que tienen que hacer, a dónde ir, cómo multiplicarse y cuándo y por qué. Sin confusiones. Sin tumores. No quiero virus, no quiero más bacterias de las estrictamente necesarias para sobrevivir, quiero que los riñones filtren sin cansarse, no quiero piedras, ni cristales, quiero que el hígado y el páncreas funcionen y brillen como un motor nuevo, que el corazón haga lo suyo entre 60 y 120 veces por minuto, quiero que los pulmones respiren profundamente, que me relajen, que me oxigenen y me limpien y me ayuden a meditar 20 minutos cada noche, quiero que mis testículos cuelguen lo justo cuando haga frío, que mi pene aguante el tirón, sin hongos, sin condilomas, que mis huesos y mis articulaciones crujan de gusto, que pueda arquear la espalda hasta tocarme la punta de los dedos de los pies, seguir saltando papeleras, bancos, vallas, subiéndome a los árboles, a los tejados, quiero que mis músculos sean tan duros y estilizados como los de un monje Shaolín. Quiero tener los ganglios bien, la garganta bien, las amígdalas bien, los nervios bien, las conexiones neuronales engrasadas, las glándulas dispuestas. Quiero mis niveles de serotonina siempre a tope. Quiero que el organismo que soy cumpla su función de dentro a fuera, que no se venga abajo por un poco de sangre al toser por las mañanas, o un escozor al orinar. No quiero tomar pastillas, no quiero ponerme cremas ni pomadas ni aceites puros esenciales de melaleuca alternifolia. Quiero tener toda la suerte del mundo y aguantar sin morir por muchos años.

viernes, 11 de octubre de 2013

¿CUÁLES HAN SIDO LAS INFLUENCIAS MÁS IMPORTANTES Y LOS MOMENTOS CLAVES DE TU VIDA?



Momentos claves... conocer a Sonia, que fue el primer amor... o tal vez sea la primera vez que besé con lengua y toqué un coño cuando tenía 6 años. Fue con mi vecina Carmen, que era un poco gordita y olía a algo dulce, como a chicle de fresa. Con 6 años me enseñó casi todo lo que sé. Ella veía películas guarras y luego me decía haz esto y haz lo otro, mete la mano por dentro, besémonos con lengua, yo hacía lo que me decía, seguía las instrucciones, metía la mano dentro, escupía el chicle, sacaba la lengua y la movía. Me gustaba mucho mi vecina, pero si un niño decía que éramos novios, me liaba a puñetazos y decía que no, aunque en realidad era que sí, yo deseaba que fuera mi novia, y casarme pronto y tener hijos y 2 perros, y un ordenador siempre encendido en la mesita de noche, y máquinas recreativas en el salón, me imaginaba mi casa como un salón recreativo y se lo decía a Francisco Coronado, tendría máquinas recreativas, y seguiría jugando con mis coches, y guardaría mis cromos y se los enseñaría a mis hijos, pero me preocupaba la luz, la factura de la luz, y que saltaran los plomos, con tanto aparato eléctrico encendido podrían saltar los plomos enseguida, habría que buscar una solución, ¿por qué nadie se preocupaba por eso? 

Un día mi madre entró en mi habitación y me sorprendió besándome con la vecina, abrió la puerta sin llamar, o tal vez la puerta estaba abierta y ella estaba en la cocina haciendo algo, pelando algo, esmotando, friendo, sazonando, vino y entró de pronto y nos sorprendió, menudo susto, aunque quien se sorprendió de verdad fue ella, la pobre, católica, apostólica y romana, ver a su hijito de 6 años metiéndole la lengua a una niña un poco gorda y tocándole las bragas. No sé si se santiguó pero vino corriendo a sentarse con nosotros y explicarnos que lo que hacíamos estaba mal, que nos podíamos pegar enfermedades y el niño Jesús nos vigilaba desde el cielo y se enfadaba. 

A mí lo de las enfermedades a esa edad no me importaba, yo estaba sano y corría más que los coches, pero el niño Jesús me infundía respeto, era el hijo de Dios, y yo rezaba a Dios todas las noches y le pedía que me dejara vivir muchos años hasta morir de viejo. 

Morir de viejo, en eso pensaba yo con 6 años. 

En eso, y en las bragas de mi vecina Carmen.

jueves, 10 de octubre de 2013

cosas que me gustan, cosas que no me gustan, cosas que me dan igual

Primero escribo todas las cosas que hago durante la semana y el tiempo que me lleva hacerlas y las divido en categorías: trabajo, salud, vida social, etc. Hago una gráfica. La analizo. En ella se ve que la mayor parte del tiempo semanal lo dedico a la categoría TRABAJO.

Luego cojo esas mismas cosas y las divido en tres categorías diferentes: me gusta hacerlas, no me gusta hacerlas, me da igual hacerlas. Sumo las horas aproximadas y tengo como resultado la siguiente gráfica:




Después de observarla unos segundos saco conclusiones contrarias a lo que esperaba. En principio, antes de hacer esto, pensaba que dedicaba casi toda la semana a hacer cosas que no me gustan, ya que trabajo bastantes horas, pero resulta que el problema no está ahí, el problema es que paso demasiado tiempo haciendo cosas que me la sudan, ni me gustan ni no me gustan, ni fu ni fa.  


Entonces la clave para llevar una vida plena no está tanto en dejar de hacer las cosas que no me gustan, como en empezar a disfrutar con esas pequeñas acciones cotidianas que realizo sin pena ni gloria: fregar los platos, vestirme, hacer la compra, escribir wasaps... lo que realmente conforma nuestra vida son todas esas chorradas que nos mueven las manos y los pies, ese tiempo perdido con la cabeza en las nubes mientras abrimos el cajón de los calcetines.

Pasamos demasiado tiempo con la cabeza en otra parte, no nos damos cuenta de que estamos caminando por la calle y que hace fresquito, no nos paramos a disfrutar de esa sensación, poder notar la temperatura, percibir la luz, el olor a gasolina de los coches, oír ladridos y sirenas, es lo que nos ocurre porque estamos vivos, es lo que nos ocurre la mayor parte del tiempo que estamos vivos. Hace poco leí que el sentido de la vida solo depende de nosotros. La vida tiene el sentido que uno quiera darle. ¿Para ti lo tiene y es esto? Bien. ¿Para ti no lo tiene? Bien. Cuando la palmes, tanto si tenía sentido como si no, ya dará igual, has pasado 20, 40 u 80 años caminando de un lado a otro, sacando tickets, comprando lotería y mandando wasaps. 

A veces habrás sido consciente. 
A veces no. 


qué no harías nunca, dónde te gustaría vivir, a qué tienes fobia



Leo una revista de esas en las que los famosos enseñan sus casas y responden pequeños cuestionarios: dónde te gustaría vivir, qué es para ti la felicidad, si tienes diez minutos libres... 

Tenista, decorador, presentadora, empresario, piloto de Fórmula 1, actor, emprendedora, tío mayor con bodegas. A todos les preguntan lo mismo, todos quieren vivir en París, menos el tío mayor que es de Sant Sarduní d'Anoia y de ahí no se mueve. París, París, París es una mierda de ciudad, está sobrevalorada, igual que Barcelona. Todo hijo de vecino quiere vivir en París, todo español cosmopolita quiere irse a Barcelona a hacer fotos y escribir libros. París no es más especial que cualquier otra ciudad, es demasiado grande, demasiado fría, y los franceses tampoco es que sean el alma de la fiesta. 

Luego viene otra pregunta: qué no harías nunca. El tenista dice que mentir, el actor que traicionarse a si mismo y a sus ideas, la emprendedora que robar, el tío mayor que dejar a su mujer, otro que hacer daño, otro que lo mismo, otro que hacer trampas... yo aquí me meo directamente. ¿Qué no haría yo nunca? yo haría de todo y en cualquier momento, a ver, yo ya he robado, he mentido, he hecho daño, he hecho trampas, me he traicionado mil veces, he dejado, he sido un cabrón. Lo tengo todo. Por eso, cuando veo gente tan entera, tan recta, tan convencida de lo que no, de lo que nunca, jamás, así me ahorquen, me hace sentir bastante bien. Me asumo ya tal y como soy, procuro ir por el buen camino pero no me escandalizo si meto la pata hasta el fondo. Lo he hecho, lo hago, y lo seguiré haciendo hasta que me muera. Como dijo un pianista en una peli cuando le gritaron que no podía volverse atrás, que ya era tarde: yo siempre vuelvo atrás. 

Y tampoco pasa nada.

Y luego lo de las fobias, ¿a qué tienes fobia? aquí coinciden casi todos: tienen fobia a lo que no pueden controlar. Vale, qué triste, qué pena, qué vida más jodida. Vivimos rodeados de cosas incontrolables, de hecho, en realidad no controlamos una mierda, vamos en coche y nos la podemos pegar de mil formas diferentes, te tumbas en la cama y te puede dar un infarto, la casa está llena de polvo, la lavadora puede romperse, tu psicólogo se va de vacaciones justo cuando más lo necesitas. No controlamos nada, hay que aceptar que estamos aquí como un milagro, como una luz que sale de las manos, porque eso que no queremos ni nombrar le pasa siempre a otros, giramos la cara, decimos qué frío hace, pedimos nuestro café en el bar de siempre y sentimos que controlamos, que somos grandes, que nuestra casa, bendita sea, es un fiel reflejo de nuestra personalidad.

Y uno de mis sueños es ser campeón del mundo de la Fórmula 1.
Y reformar la casa. 
Eso, y reformar la casa.

lunes, 7 de octubre de 2013

La regla de los 21 días

















Llevo un año y medio leyendo libros de autoayuda. He leído El monje que vendió su Ferrari, Lecciones cotidianas del monje que vendió su Ferrari, El cambio, El arte de lo posible, Flow, La inutilidad del sufrimiento, Piense y hágase rico, Tu poder sin límites, El arte de no amargarse la vida, El poder del ahora, El elemento, Encuentra tu elemento, Busca tu elemento. También he leído libros de Coaching, como Coaching para el éxito, Coaching para el creativo que hay dentro de ti, Coaching: el método para mejorar el rendimiento de las personas, Autocoaching... El caso es que una vez leídos dos o tres libros de estos, los has leído todos. Todos dicen lo mismo de una u otra forma, las cosas están claras, si crees que puedes, puedes, si crees que no puedes, tienes razón. Una de las afirmaciones de estos libros que más me intrigó fue la norma de los 21 días. Consiste en que si haces algo durante 21 días seguidos, termina convirtiéndose en un hábito. Pues eso es mentira. Durante el 2012 estuve levantándome a las 6 de la mañana durante más de un mes. Me levantaba para escribir antes de ir a trabajar. Lo cierto es que escribir tan temprano era maravilloso, algo espiritual. Preparas tu café, abres el balcón, observas la noche, la ciudad que no ha empezado a vivir, y tú estás ahí, consciente, despierto, tomando un café y preparando la mente para escribir antes de trabajar. Escribir como lo más importante del día, lo primero, e irte luego al trabajo, ya escrito, ya cumplido. Pues después de más de un mes haciendo esto, no se convirtió en un hábito. Era agosto de 2012. La novia que tenía por aquel entonces se quejaba, ella quería que durmiéramos juntos, que nos levantáramos tarde y que folláramos más. Pero yo quería cumplir con mi objetivo: madrugar, escribir, ser todo un hombre. Luego lo acabamos dejando, se fue a Londres a estudiar inglés y levantarse tarde. Yo seguí con mi proyecto, mi hábito, pero ya en noviembre volvía el levantarse tarde, ir arrastrando los pies al trabajo, la cerveza, la bolsa de gusanitos para cenar. Luego, ya en entre enero y febrero de este año, decidí dejar los lácteos de forma radical, todo tipo de lácteos, leche, queso, yogures, incluso la hamburguesa especial que tomaba cada jueves con Mirín en la mejor hamburguesería de Barcelona la pedía sin queso, una especial cheese sin queso por favor. En uno de esos libros decían que la leche era veneno, era mala, que dejar la leche cambiaría algo en mí, como el cuerpo tarda unos cuatro meses aproximadamente en renovarse por dentro y por fuera, había que aguantar un tiempo sin lácteos para notar el cambio. Hazlo y verás decía el libro, y lo hice, y no tomé absolutamente nada, sin excepción, abandoné las pizzas, el queso con pan, el yogur líquido, lloré de pena, esperé, pero nada, mi piel seguía áspera, mi humor bajo, el psicólogo seguía cobrándome lo mismo. Aun hoy más de medio año después, sigo sin beber leche, queso tomo solo si no hay más remedio, pero leche de vaca tal cual, no, nada de nada, bebo leche de avena o de arroz, pero bueno, que no, que ni estoy mejor, ni me siento más sano, ni la vida ha recuperado su sentido. Lo que voy a empezar a hacer ahora es visualizar cómo quiero que sea mi vida. Dónde quiero vivir, a qué quiero dedicar mis días. Por lo pronto dejo esa imagen de un pueblo en las montañas, quiero vivir en un sitio así, trabajar desde casa, tener uno o dos perros y muchos amigos que venga a verme todas las semanas. 

domingo, 6 de octubre de 2013

DAVID FOSTER WALLACE

Leo la biografía de David Foster Wallace y me quedo un poco más tranquilo.
David Foster Wallace no era ningún súper hombre.
Estaba de mierda hasta el cuello. No fue feliz.
Por lo visto, escribía a todas horas, en cuanto tenía un rato libre sacaba del bolsillo una libreta y empezaba a garrapatear cosas.
Se quejaba mucho a sus amigos sobre lo duro que era escribir ficción, lo mucho que le costaba.
Solía tomarse unas vacaciones de la ficción escribiendo no ficción.
A mí me gusta más la no ficción. La leo y la escribo con facilidad.
Él escribió "Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer" y cosas así para revistas.
Si una revista me pagara por ir a un sitio y escribir sobre lo que veo allí, creo que sería feliz.
David Foster Wallace llevaba una bandana en la cabeza no por ser moderno y joven y guay, sino porque sudaba mucho, sudaba a todas horas y no quería que las gotas de sudor le cayeran por la frente.
Era tremendamente inteligente. Demasiado. En principio no he conocido nunca en persona a nadie tan inteligente como él. Me refiero a conocer en plan amistad, en plan saludarse por la calle y preguntarse qué tal y todo eso.
Se alimentaba mal, fumaba y bebía mucho. Durante su juventud jugaba bastante bien al tenis.
No le gustaban las nuevas tecnologías y sus canciones favoritas eran propias de una adolescente con trenzas.
Algunas universidades se daban de hostias para que fuera profesor de escritura creativa en sus departamentos.
Parece que para ser profesor de escritura creativa debes escribir más de mil páginas.
En realidad, pienso que un hombre que no haya escrito más de mil páginas de algo en su vida, no es un hombre de verdad. Mil páginas de lo que sea.
Eso, o talar árboles.

Por cierto. Cuando le preguntaban a Jaime Gil de Biedma que por qué escribía, él contestaba: para haber escrito.

Escribir es un poco una mierda, una putada, pero para haber escrito, hay que escribir. Y yo no me conformo con lo que ya he escrito. Quiero más.

lunes, 30 de septiembre de 2013

a día de hoy

Para los que me conocen y para los que no me conocen pero me quieren conocer, hoy escribo. Ha pasado más de un mes de vivir casi sin tiempo para lo que sea que uno hace cuando tiene tiempo. No ha habido pausa, no ha habido nada. Ahora he conseguido acceder a internet de manera fraudulenta desde mi sofá, lo cual me permite actualizar el blog. Actualizo el blog porque sí, no digo nada concluyente, nada trascendente. Es la hora de comer. Hoy he quedado a las 20:00 en Parla. Se supone que estoy escribiendo una novela, pero solo llevo 35.000 palabras que escribí entre julio y diciembre de 2012. ¿Será esto lo que llaman crisis creativa? Después de 4 libros en 5 años siento que no tengo mucho más que decir, si no me doy tiempo para crecer, madurar, vivir, tener algo dentro para echarlo fuera, volveré a repetirme y contarme de nuevo lo mismo. Hay una mosca que me está molestando desde la hora del desayuno. Ahora que sé lo que implica tener internet, creo que yo no habría sido escritor si hubiera nacido 40 años antes. Sin internet no escribo. Internet me da alimento, me da razones, experiencia vivida para engordar. Sin internet ¿a quién voy a gritarle esto? Tal vez me ocurriera lo que a DFW, escribiría muchas cartas, me comunicaría mediante correo postal con mis amigos, pero no tendría un blog, no tendría la satisfacción de sentirme leído a tiempo real por 20 o 30 personas de distintas partes del planeta. Gracias a mis blogs publiqué mis libros. Imagino que gracias a mis blogs sacaré la novela adelante. Lo que tengo claro ahora mismo es que en la novela aparecerá todo lo que entra en mí, lo que leo, lo que toco, lo que maltrato torpemente por cobarde. Tarde o temprano saldrá toda mi vida encuadernada, no la vida de fuera, sino la vida de dentro, la vida que asusta, la vida por la que me podrían encerrar, la vida por la que todos me odiaréis, o me amaréis como se ama a un perro herido. 

lunes, 19 de agosto de 2013

y sin embargo

y sin embargo cuando veo algo que me deja patas arriba me entran unas ganas locas de escribir, cuando veo una película, un cuadro, cuando oigo una canción, cuando algo creado por el hombre toca un punto específico en mi mente y noto una costura neuronal que hace crac, zip, zas, crunch, hay algo en esa cosa artificial que un tipo hizo en algún momento de su vida insignificante y sin sentido que me carga las pilas y me hace llorar, que me emociona, que me ofrece más información acerca de lo que soy que cualquier árbol, cualquier montaña, cualquier puesta de sol, cualquier entrada de la wikipedia. La naturaleza está bien, pero un cuadro de Pollock está mejor, la fuerza del color, la fuerza de una vida que se acaba pero dice estoy aquí y pinto esto, veo esto, siento esto, soy esto. Cuando escribo lo que escribo, quiero que el mundo tiemble, quiero que mis palabras superen de algún modo la corteza de los árboles, quiero que mi gritito desesperado brille y diga  que también estoy aquí y que vuestro dolor no es mayor que mi dolor. 

Vivamos.

domingo, 18 de agosto de 2013

lunes 3

Llevo tanto tiempo sin escribir que casi se me olvida la sensación de obligarte a abrir el portátil y teclear. Antes escribía porque no podía vivir sin escribir, ahora me doy cuenta de que no hace falta escribir, de que la literatura aburre, de que una vida deprimida y ajetreada reduce la literatura a mierda. Así está siendo mi vida ahora. Me miro los pies descalzos, miro mi camiseta, oigo la fuente de la plaza y tomo conciencia del tiempo y del espacio. Mi cama, mi pueblo, mi universo. Estar vivo es tan poquita cosa, voy a los museos y veo cuadros de pintores que ya no están, leo libros de escritores que ya no están, veo películas donde salen actores en blanco y negro que se mueven así y levantan una ceja cuando fuman y ya no están. No estar es estar muerto. Es duro entender que la única razón por la que estamos aquí es la razón que nosotros queramos darle. Darnos. No existe una trascendencia. Si el sentido de mi vida es escribir bien, pues será ese. Si lo que quiero es ser un buen samaritano, ayudar, cambiar pañales, dar de comer a los pobres, pues ya está. El tiempo pasa. Es decir, mirarme los pies mientras escribo es una forma de recordarme que estoy aquí y tengo pies. Que puedo respirar para contarlo. Por eso actualizo el blog. Al venir al pueblo he adelantado muchos coches, algunos de ellos eran buenos coches, de marcas caras, coches que nos desplazan por estas carreteras que construimos para nuestros coches y llegar de aquí a allí en 4 horas. Pienso en el mundo, las carreteras, mis manos que se agarran al volante, la amortiguación del coche que funciona bien, los conductores de los coches que adelanto a los que a veces miro con desprecio. Son lentos, sólo piensan en sí mismos. Pienso en qué será de mí, dónde aparecerá la felicidad, qué sentido le daré a esta vida que circula por mi izquierda. Por eso actualizo el blog. Sigo aquí y puedo decirlo. No es necesario más. 

martes, 25 de junio de 2013

y perdona nuestras deudas 2


Yo iba a un colegio privado que se llamaba Nuestra Señora de la Merced. Allí aprendí a moldear plastilina y a rezar el padre nuestro. Rezábamos el padre nuestro todas las mañanas. Bueno, más que rezarlo, lo cantábamos. La profesora no quería que lo cantáramos, quería que lo rezáramos normal, en plan serio, en plan cristianos temerosos de la ira de Dios, a ver, padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, pero no sabíamos rezar así en plan serio, la canción nos salía sola, el padre nuestro tenía como una musiquilla celestial que no podíamos ignorar y cantábamos todos de pie, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. La profesora se enfadaba, a ver, ya estáis cantando otra vez, pero es que si no lo cantábamos no sonaba real, no tenía efecto en nuestras vidas, las restas luego salían mal, la profesora escribía torcido en la pizarra, el pan nuestro de cada día dánoslo hoy, etc. Pero no solo rezaba en clase, también rezaba en casa, rezaba mucho en casa, rezaba por la noche antes de dormir, Jesusito de mi vida tu eres niño como yo, me ponía de rodillas y rezaba por cualquier cosa, vivir y creer en Dios es lo que tiene, rezas y pides y ruegas y das gracias y que sea lo que dios quiera amén. Pero sobre todo rezaba cuando llovía. Me daba pánico la lluvia. Con la lluvia me cagaba. Si había tormenta me asomaba a la ventana de mi dormitorio y me daba por pensar que todos moriríamos ahogados. Creía que nunca dejaría de llover. A veces le rezaba a Dios y a veces a la Virgen. Mi abuela decía que la Virgen era poderosa, era la madre de Dios y eso cuenta, así que procuraba rezarles a los dos, primero un Padre Nuestro y luego un Ave maría, luego otra vez un Padre Nuestro, luego otro Ave María, y así varias veces hasta que me quedaba tranquilo, de un modo u otro alguien me tendría que escuchar, daba vueltas en la habitación con las manos en los bolsillos, me tienen que hacer caso, Dios te salve María llena eres de gracia. Aunque vivíamos en un tercero le preguntaba a mi madre si el agua llegaría hasta nuestra casa. Tenía tanto miedo y me ponía tan nervioso que se me olvidaba que tarde o temprano volvería a salir el sol, que no pasaría nada, unos charcos, un poco de barro para jugar, la ropa de nuevo seca, de nuevo blanca. Con los años descubriría que esos nervios y ese miedo a la lluvia se llamaban ansiedad y que la lluvia en lugar de ser lluvia podría ser cualquier cosa, el trabajo, la novia, el examen, la carta de Hacienda, el señor de la camisa blanca que me toca el brazo y dice vale colega, dormiría mal, iría al psicólogo, me drogaría con receta médica. Sé que la lluvia en general es poca cosa y no da miedo, más bien da ganas de tumbarse en el sofá a ver películas y acariciarle el pelo a alguien, pero en aquellos momentos pensaba en la lluvia como en un pasillo oscuro, el inevitable diluvio universal que nos ahogaría. Veía llover por la ventana y lloraba, mamá, mamá, lloraba ¿y si no deja de llover? ¿y si morimos? Yo siempre con la muerte en la cabeza, rezándole a Dios, rogándole que me permitiera llegar a viejo, eso era lo que yo quería, morir de viejo, quiero morir de viejo Señor, suplicaba de rodillas en la iglesia, la muerte por lluvia no entraba en mis planes, la muerte por accidente de tráfico, la muerte por un catarro mal curado. No. Y es que de niño ya tenía esa estúpida manía de no querer morirme nunca, decir morir de viejo era como hablar de algo imposible, como morir dentro de 500 años, yo miraba a mis padres, pensaba que hacerse mayor era algo que les pasaba a otros, o que decían que les pasaba, decían ya verás ya, el tiempo pasa volando y parece que fue ayer y que yo he sido cocinero antes que fraile. 

miércoles, 19 de junio de 2013

STARBUCKS

Hoy cuelgo el poema en honor a esta fotito regalo de mi amiga Ana






























STARBUCKS

Las tazas de porcelana no están hechas para mí, 
no soporto el cuenco de los cereales ni los vasos de cristal, 
necesito beber en vasos blancos de cartón, 
necesito ver mi nombre escrito en cosas pequeñas y frágiles 
como una servilleta de papel o un vaso de Starbucks.

La luz, el olor a café, los sillones con manchas de leche, 
el código de 4 cifras que hay que introducir para poder mear, 
las pizarritas donde me ofrecen el café de la semana, la letra de tiza escrita con cuidado,
como una fórmula mágica, no sé, 
algo que me recuerda los ejercicios de sintaxis que hacía en el instituto.

Cuando entro en Starbucks y pido un café tengo que decir mi nombre, 
que es como decirme a mí mismo y fabricarme de pronto, 
quiero un Caffé Latte, un Double shot con hielo, me llamo Edgar.
Nombro el cuerpo que no soy, mi forma de pensar, 
nombro lo que ve la gente cuando me rodeo de gente y camino por Doctor Esquerdo 
o voy a comprarme una camiseta al Mercado de Fuencarral.

Personalizo mi bebida, 
quiero un Caffé Mocca blanco grande descafeinado con leche de soja muy cremosa 
sirope de avellana y extra de mocca blanco por encima por favor. 
La chica con delantal verde escribe mi nombre en mi vaso de café, 
coge un edding 3000 y escribe: Edgar. 
Esa es mi identidad, ahora mi vaso dice quien soy, 
lo rodeo con mis manos, está caliente, es suave, blanco, de cartón, 
lleva mi nombre escrito y lo dice, soy Edgar, 
soy un Caffé Mocca blanco grande descafeinado con leche de soja muy cremosa 
sirope de avellana y extra de mocca blanco por encima. 
Sangre de mi sangre a 82 º C. Eso es lo que soy. 

Salgo a la calle para que la gente pueda verlo.

martes, 18 de junio de 2013

y perdona nuestras deudas


Yo iba a un colegio privado que se llamaba Nuestra Señora de la Merced. Allí aprendí a moldear plastilina y a rezar el padre nuestro. Rezábamos el padre nuestro todas las mañanas. Bueno, más que rezarlo lo cantábamos. La profesora no quería que lo cantáramos, quería que lo rezáramos normal, a ver, padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, pero no sabíamos rezar normal, la canción nos salía sola, el padre nuestro tenía como una musiquilla que no podíamos ignorar y cantábamos todos de pie, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. La profesora se enfadaba, a ver, ya estáis cantando otra vez, pero es que si no lo cantábamos no sonaba real, no tenía efecto en nuestras vidas, las restas luego salían mal, la profesora escribía torcido en la pizarra, el pan nuestro de cada día dánoslo hoy, etc. 

En mi clase había un niño con cara de chimpancé que iba siempre repeinado hacia atrás y hacía unas figuras de plastilina alucinantes, sobre todo vegetales, cogía la plastilina verde y hacía lechugas, las lechugas le quedaban genial, las moldeaba hoja por hoja, con paciencia, decía que es que sus padres tenían una frutería y que era por eso. 

Amén.

lunes, 17 de junio de 2013

domingo, 16 de junio de 2013

lunes 2


Escribir para que lo real se torne inofensivo. 

Escribir todo lo que uno sabe, para después de escribirlo saber más. 

Vuelves al café de siempre porque no te apetece estar en casa. Escribir en casa es como estudiar en casa, es casi imposible, un esfuerzo sobrehumano, la vida se te va con internet y con el wassap. En el café vienes a hacer lo que hay que hacer, te gastas dinero en un zumo para poder estar sentado. Hay chicas con apuntes y portátil, podrías enamorarte de cualquiera, son guapas, intelectuales, se preocupan por el sentido de algunas teorías, tienen cuadernos de papel reciclado, corren desnudas por la playa al atardecer. 

Querrías acercarte a cualquier mesa y decir perdón y decir hola, disculpa, necesito preguntarte algo, acercarte a cualquier mesa y buscar el contacto, el tú a tú, la compañía alegre para ver películas en el sofá y que te dejen las llaves de su casa. 

A veces me pregunto cómo quiero ser: quiero ser deportista, quiero tener un cuerpo de deportista sin hacer deporte, quiero sentirme bien todos los días, tan bien como cuando hago deporte o tomo lexatín por la mañana y por la noche, esto es, tener facilidad para la sonrisa, facilidad para apreciar la obviedad del color verde de las hojas de los árboles mientras voy al cajero de la Caixa a sacar 100 €. 

Quiero ser así, tener unos buenos biceps y unos buenos abdominales, la piel bronceada y suave, sin imperfecciones, quiero ser como un modelo de revista de tendencias, sin resfriados, sin psoriasis, quiero montar en monopatín y hacer piruetas y cosas de esas con ropa cómoda. 

La imagen, que quede claro, es esa, chico con barba de 30 y pocos años, despeinado, con el cuerpo de Bruce Lee, que come y bebe de todo, especialmente cerveza, bebe cerveza y le sienta bien al cuerpo, que está delgado y grita y lleva tatuajes que te cagas en la zona dorsal y el antebrazo. Esa es la imagen, con ropa guay. Sobre todo ropa guay.

Evidentemente, no todo es imagen, también soy moderno por dentro. Soy culto. No lo sé todo pero llego a todo, aprendo rápido, controlo un huevo de artistas visuales y grupos del Primavera Sound y voy al Sonar y a fiestas ultra secretas en apartamentos de lujo de la ciudad condal. Me muevo en patín, en bici, a veces una moto chula con casco chulo. Vivo en un piso compartido con otros artistas como yo, todo muy moderno y muy retro a la vez, adoramos lo digital, añoramos lo analógico, nos cepillamos los dientes un mínimo de tres veces al día, le hacemos agujeros a la ropa, amamos a nuestras parejas, procuramos no desear lo ajeno. 

La sensibilidad en este tipo de vida es lo principal, sensibilidad, inteligencia, creatividad. En realidad soy un tipo de grandes valores, la amistad es lo primero, soy capaz de romper mi monopatín si un amigo me lo pide, le dejo mi moto, mi casco chulo, si un amigo llora me tiene ahí para tocarle la mano y besarle el brazo. Dejo mi plato a un lado y le abrazo. Por la mañana escucho música electrónica, algo de Lindstrom, mientras hago pesas, abdominales, salto a la comba. Por la noche hacemos yoga en casa, mis compañeros de piso y yo nos juntamos a las nueve de la tarde y practicamos yoga en el salón, es uno de los mejores momentos del día, el yoga, la ropa de algodón, las velas, las cervezas de después. 

No tengo miedo de casi nada, y aunque tenga miedo, no me detengo, sé que de algo hay que morir, mis tatuajes no son eternos, mi barba de judío ortodoxo no frenará la muerte celular. Por eso viajo a donde me da la gana, he aprendido inglés con una facilidad pasmosa de tanto moverme entre Nueva York y Los Ángeles, no sé por qué lo hago, viajo, conozco a otros artistas como yo, todos somos adictos a algo, todos hemos dejado los lácteos y nos metemos por el culo enemas de café. Es lo último para tener un colon sano. 

Mi vida tiene sentido. Soy artista y como tal soy una especie de dios que necesita crear para que esto sea un sitio mejor, mi paso por el mundo acelera la regeneración de la flora y fauna de los bosques de Hartsfelder, mi obligación es sonreír y estar bien para que otros a mi lado estén bien y sonrían, soy fuerte, puedo con cualquier reto, cualquier tarea que se me encomiende la haré de puta madre, mejor que cualquier otro, escribiré la gran novela, pintaré el gran cuadro, compondré la gran canción, haré lo que otros ya hicieron antes, pero lo haré como nadie antes que yo supo o pudo hacerlo, porque nadie antes que yo vio las cosas como yo las veo, nadie se ha detenido antes en la obviedad de color verde de las hojas de los árboles mientras va al cajero de la Caixa a sacar 100 €, nadie ve como ven mis ojos, nadie piensa como piensa mi cerebro, nadie establece conexiones imposibles entre catálogos de muebles y manifiestos del romanticismo alemán, nadie entiende un vaso de starbucks como una parte de su cuerpo, nadie, nadie, hace de un simple quiste en un testículo un libro completo de poemas. Pedro Salinas escribió El Contemplado, un libro entero al mar, el mar, inmenso mar, con sus peces y sus marineros y sus olas y sus cosas de mar que no se agota, un poema con variaciones como variaciones tiene el puto mar cada vez que vas a la playa a buscar tu melanoma, pero yo le escribo un libro a un puto quiste de mierda en un testículo. Hay poesía en un tubo de pomada, hay poesía en un bote de gomina, hay poesía en toda esa puta mierda que te rodea y que te niegas a considerar como algo importante, porque siempre está ahí, no es como un inmenso lago, no es como una alta cumbre, pero en el acto de cagar y de mear y de sacarte algo de entre los dientes o de escupir un pelo después de comer pollas y coños, está lo sagrado.

Ya lo dice Hölderlin, y a él le haremos caso por ser Hölderlin y no a mí: “no dejarse aplastar por lo inmenso, saber encerrarse en el espacio más estrecho, es ahí donde está lo divino”.